COLECCIONANDO CORAZONES (Introducción)
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- 14 ago 2016
- 2 Min. de lectura

Una cálida noche de verano, sobre las 21:15 aproximadamente, me encontraba metida en la cama, inmersa por las locuras de Lewis Carrol en 'Alicia en el País de las Maravillas' -quien lo haya leído sabrá que no es una simple historia para niños-. Y entonces, me quedé quieta mirando a la nada, intentando recordar lo que me había traído hasta allí. Mi novio me había dejado hacía relativamente poco y la lectura era lo único que conseguía evadirme de toda esa tristeza que invadía mi corazón y mi mente. Tuve la idea de comenzar a escribir este libro, un libro que me ayudase, en cierto modo, a enderezar mi vida partiendo de todo lo que la había truncado. Para ello tuve que remontarme hasta el comienzo, hasta mi primer beso.
Tenía doce años cuando 'mi primer amor' me cogió la mano sutilmente en el parque, me miró a los ojos y me dijo:
-Me gustas mucho, África.
Entonces se me acercó poco a poco y sus labios rozaron los míos, haciéndome sentir la chica más especial de aquellos columpios. Creo que desde entonces tengo dependencia a sentirme querida por alguien del sexo opuesto, no me malinterpretéis, sólo hablo de cariño.
Después de aquel romance de niños, que acabó unos meses después, he tenido varias relaciones cortas, de esas que no se cuentan y a las que nadie le da importancia.
A los dieciséis años salía con un chico dos años mayor que yo y al que por desgracia nunca olvidaré, porque fue quien me quitó la virginidad. No fue nada desagradable y además, yo le quería, pero después de dos años esa relación tan solo estaba destinada al fracaso. Era un chico alto, piel muy blanquecina y unos ojos grandes y marrones, no era el chico más atractivo del mundo, pero supo como embaucarme.
A los dieciocho me enamoré por primera vez, de un chico fantástico y al que por suerte no pienso olvidar, pero a los dos años también se terminó. Tal vez esté gafada o quizá no sepa tener una relación seria sin cagarla. Tenía una estatura media, de mi edad y con unos ojos verde oscuro, una sonrisa que enamoraba y esa barbita de tres días que tan bien le quedaba.
Después de todos mis amoríos, y aún estando enamorada de mi último ex novio, entre mis piernas se han cruzado varias bocas, y por mucho que esto suene a 'Diario de una ninfómana', espero no llegar hasta ese extremo de sentir que tan solo el sexo es lo único que tengo, porque no es así.
Soy una fanática de lo prohibido, tal y como dijo Mario Benedetti, una bohemia que sólo sabe escuchar buena música mientras bebe una taza de café y fuma hasta tener los ojos rojos, siempre acompañada de una libreta y un bolígrafo para escribir algo nuevo.
Sólo tengo veintidós años y ya me siento como una mujer acabada de treinta, soy un desastre con todo, debo admitirlo, la ropa y el pelo no son mis mayores preocupaciones, supongo que no soy como el resto de chicas de mi edad, todas se preocupan por su aspecto mientras yo me preocupo por hallar la libertad y la felicidad que el mundo tiene que ofrecerme.
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