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COLECCIONANDO CORAZONES (Capítulo 1)

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  • 17 ago 2016
  • 4 Min. de lectura

Día 20-09-2013

Hoy quiero renacer, olvidarme de todos mis problemas y saciarme de felicidad, pero no puedo hacerlo sola.

Necesito hablar con Susana, es mi mejor amiga desde los siete años y siempre ha estado para darme consejos, quiere estudiar psicología -como yo en un principio hasta que decidí ser escritora- y yo suelo ser su conejillo de indias, se aprovecha de mis desgracias, en otras palabras.

Es una chica súper extraña, combina muy bien conmigo, tiene el pelo corto y ondulado, de color castaño, su piel es de un tono tostado, ojos marrones y siempre viste con colores muy vivos, tiene una estatura media aunque es un poco más alta que yo y le encanta mirar fijamente a los ojos cuando habla, a veces me da algo de repelús. Es muy delgada, siempre le digo que debería comer más, pero pasa de todo el mundo, de esas personas que da consejos pero nunca acepta los que los demás tienen que darle.

No le importa en absoluto la opinión que puedan tener sobre ella, se define como una chica llena de vida, extravagante pero seria cuando debe serlo.

Las dos somos algo impulsivas, cuando tenemos claro lo que queremos, vamos a por ello sin importar lo que cueste.

Hemos quedado en una hora en la cafetería que hay justo debajo de mi casa, 'Plaisir'. Es pequeña pero muy acogedora, tiene la terraza llena de plantas de todos los colores y hacen unas magdalenas de chocolate buenísimas.

Susana acababa de llamarme para avisar de que tardaría solamente cinco minutos, y yo seguía en ropa interior por mi casa, la cual estaba hecha un verdadero desastre, no limpiaba desde hacía semanas y las cajas de comida rápida invadían mi cocina.

Enseguida me puse unos vaqueros que había encima de una silla, cogí un jersey verde oliva del armario, me coloqué los primeros zapatos que vi y me anudé al cuello un pañuelo color camel con dibujos muy realistas de plumas de pavo real.

Bajé corriendo las escaleras del edificio para poder coger sitio en la terraza de la cafetería y de paso no tener que hacer esperar a Susana, porque no lo he dicho pero soy una persona un tanto impuntual...

Cuando llegué, ella ya estaba sentada, con los brazos cruzados y frunciendo el ceño.

-¿Se puede saber qué pasa ahora? Sólo me llamas para tomar un té cuando necesitas hablar de Carlos. -Me recriminó Susana.

-¿Y qué culpa tengo yo? Me dejó un gran vacío, no fue la típica historia adolescente, vivimos muchas cosas juntos.

-Mucho sexo, diría yo. -Dijo mirando hacia un lado y burlándose.

-Entre otras cosas, pero no, estuve enamorada de verdad, no fue como las demás relaciones.

-Siempre has tenido facilidad para encandilar a todos los chicos con los que cruzas más de dos palabras porque tienes un carácter peculiar, y a todos les has acabado partiendo el corazón.

-¿Se puede saber de qué lado estás? Necesito un hombro sobre el que llorar y quejarme de mi soledad y parece que en lugar de eso no haces más que echarme tierra en los ojos. -Bajé la mirada.

-Sabes que te quiero, África, pero es cierto, haces daño a todos los chicos que se enamoran de ti.

-Pues que no se enamoren, ¿qué quieres que te diga?

-Las cosas no son así...

Nos quedamos un buen rato calladas, yo estaba hundida emocionalmente y ella parecía que pasaba de todo. Al fin llegó la camarera para tomarnos nota.

-Buenos días, ¿qué queréis tomar? -Yo quiero un café con leche, por favor. -A mí ponme un té de vainilla. Gracias. -A Susana no le gustaba el café, por lo que siempre pedía algún té o una infusión.

No volvimos a cruzar una sola palabra hasta que las dos tuvimos nuestras tazas calientes entre las manos.

-¡Cómo quema! -Dije para romper la tensión.

-Si, la verdad es que está muy caliente.

-Bueno, después de este largo descanso que se han tomado nuestras voces... ¿Qué tal si continuamos con el tema?

-¡Qué pesada! Lo que tendrías que hacer es buscarte a un 'folla-amigo'. - Sonrió.

-¿Un qué?

-Pues un amigo con el que hacerlo de vez en cuando pero sin compromiso.

Sinceramente, no sé si es que yo seguía viviendo en mi mundo de fantasía creado por esas películas empalagosas o es que ella vivía otra realidad.

-¿Y cómo se supone que encuentro eso?

-Redes sociales. Ahora todo se encuentra por Internet. Hazte Facebook.

-No sé si estoy preparada. - Clavé la mirada en el café y comencé a darle vueltas a la cucharilla mientras pensaba en lo que Susana me decía.

-Cariño, claro que si, lo de tu ex sólo es obsesión. Encuentra a otro que te guste pero con el que sólo tengas una amistad con derechos exclusivos de cama, o coche. Pero eso sí, déjale claro que no quieres una relación, porque se enamorará y le harás daño.

-Hablas de mí como si fuese una Mata Hari. -Elevé mi tono de voz y alcé la mirada.

-¿Acaso no lo eres?

Continuamos hablando durante unos minutos, hasta que ambas consumimos hasta la última gota que quedaba en las tazas y cada una tomó rumbo hasta su guarida.

Nada más llegar a casa me quité los zapatos, me tumbé en el sofá y allí me quedé dormida.

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Por Distrito Poético.                                                                                                                       Escribe con nosotros

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