Diario de un poeta destrozado
- Papel Mojado
- 6 sept 2016
- 2 Min. de lectura
Encontré mi ida y vuelta, escribía
suave, era un café más, de un
viaje más, con una media luna
más.
Encontré una razón que ha
recorrido kilómetros. Giré la
cabeza, en huellas, dolor,
recuerdo.
Seguía escribiendo suave...
Se hizo el día, desaparecieron las
huellas. Supongo que será la sal
del mar, o supongo mal.
Supongo que supongamos que
fue esa hora. Triste realidad.
La manecilla del tiempo me paró
en seco. Y la hora sin
remordimiento me dijo:
Escribe cuidadoso, este minuto
no te pertenece...
Conquistador de tierras y del
recuerdo. Se revelaba el cuerpo.
Mi pesar me desnudó y clavó mi
espada. Cual bandera, a bolsa
vacía, como sentía el alma.
Ningún atardecer me volvió a
saludar como aquel, aún
recuerdo entre cuatro piedras:
"Nos volveremos a ver".
Entre la muerte y la vida. Y nunca
mejor sentido. Entre frutos
secos, aunque mojaban mi alma.
Entre la espada y la embriaguez.
Como un bufón sonriéndole a su
dama.

Cada vez menos plebeyo, más
tonto. Se hizo negro, en mi la luz.
Nunca un sueño había sido
vestido como tal pesadilla.
El valor, fue el mejor regalo.
Pero perdí aquella batalla. Fue la
daga, mi daga. Y la clavé en mi
costillar, sangraba, ella lo notaba.
Otra oportunidad dijo el hueso.
Entre sangre se arrodilló y dijo
claro: "Corazón es tu momento".
Y me rendí, no fui digno de tal
sonrisa.
Me dejé llevar, me subí a aquel
barco sin vela. No soplaba brisa,
tampoco estaba en calma. Me
dejé cautivar, las fuerzas me
abandonaron y busqué refugio
en alta mar.
Esta estupidez debería ser sólo
eso. Me quieres. Destrozaron el
escudo más grueso.
Empecé a escribir fuerte, para
controlar mi debilidad.
El olvido apoderó al pasado. Yo
apoderé a mi sentido. El sentido
a su vez se rindió ante ella, entre
estrellas, rendí homenaje a mi
latido.
Entre escalofríos le mostré mis
armas, y ella entre sonrisas,
como me acostumbró, meció
mis debilidades y las llamó amor.
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