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COLECCIONANDO CORAZONES (Capítulo 3)

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  • 21 sept 2016
  • 3 Min. de lectura

Día 22-09-2013

Eran las las 8:47 de la mañana y me despertó el teléfono, no dejaba de sonar y me estaba taladrando la cabeza. Por la noche me había bebido un par de cervezas mientras veía la película, que por cierto, no pude terminarla porque era un tostón.

Conseguí abrir un ojo y visualizar el teléfono para poder contestar y que dejase de sonar.

-¿Quién es? -Pregunté con la voz algo rasgada. -Chica, vaya voz.

Enseguida supe que era la voz de Susana.

-¿Qué quieres? -¿Has quedado ya con el chico? -Pues no, aún no. -Voy para tu casa.

Y sin darme tiempo a responder, me colgó. ¡La muy puta!

Bostecé hasta que me lloraron los ojos, me desperecé debajo de las sábanas, las agarré con la mano izquierda y me destapé con un gesto brusco. Era demasiado temprano para mí, pero nada que no solucionase una buena ducha caliente.

Cuando llegué al baño me quedé unos instantes mirándome en el espejo sin moverme, mil cosas se me pasaban por la mente. Pensé en porqué los hombres, en las películas, cuando hacen exactamente lo mismo que yo y llegan hasta el espejo del baño, lo primero que hacen es rascarse el culo. ¡Menudo tópico! Yo iba en bragas y con una camiseta de tirantes y lo único que se me ocurrió hacer fue tocarme los pechos. ¡Son tan pequeñitos!

Me quité lo que llevaba puesto y me metí en la ducha. Había pasado casi media hora y yo seguía bajo aquella cascada de agua tibia, cantando 'Dream On' de Aerosmith, me había enjabonado, aclarado el pelo y aún así, ahí seguía. Escuché el timbre y rápidamente cerré el grifo, me tapé con una toalla y me dirigí hacia la puerta.

-¿Todavía sigues así? -Me gritó Susana con un tono exasperante. -¿Qué más dará? Estamos en mi casa...

Ella se sentó a ver la televisión mientras yo me vestía. No me sequé el pelo y fui dejando un rastro de agua por donde pasaba.

-Tienes el piso hecho una mierda. -Límpiamelo. -La miré con una sonrisa burlona. -Ya te gustaría. - Me devolvió la sonrisa.

Una vez vestida me puse a recoger la casa y a limpiar un poco mientras ella me contaba su día productivo de ayer.

Que si comida con amigos de clase, que si caña para arriba, caña para abajo... Al menos ya hizo más que yo.

-Dame tu móvil. -Me dijo. -¿Para qué? -Para hablarle a Iván. -¿Hablarle de qué? -¿Quieres dejar de hacer preguntas y darme el móvil?

Confío en ella demasiado, así que cogí el móvil que estaba en mi mesilla de noche y se lo di, pero sin quitarle el ojo de encima a la pantalla.

Estábamos las dos sentadas en el sofá, ella usurpando mi identidad y yo disfrutando del espectáculo.

Comienza a escribir un mensaje:

-Hola Iván. ¿Te apetece quedar mañana para ver una película o una serie en mi casa? -¡Claro! ¿Por qué no?

¿Tan sencillo es? ¿Tan fácil como preguntarlo y que acepte sin hacer preguntas? ¡Esto es un chollo! Me da a mí que Susana ya ha hecho esto varias veces.

-¡Listo! Has quedado con él mañana a las siete de la tarde. ¿Qué te parece? -Me parece un poco precipitado, y más el que venga a mi casa. -¿Qué pasa, Caperucita, tienes miedo del lobo? -Se burló. -Eres tonta. No tengo miedo de nadie, pero no le conozco. Y si no me gusta ¿cómo lo echo de mi casa? -Le dices que tienes cita con el dentista. -Bueno, espero que rezar por mí se te de mejor que hacer de celestina...

Me levanté y seguí ordenando la casa, Susana me ayudó un poco. Aunque fuese un piso pequeño, se ensuciaba mucho.

La cocina estaba justo a la derecha de la entrada, con una barra descubierta que daba a una parte del salón, desde allí se divisaba el sofá, una mesita de café y la televisión.

Al otro lado de la entrada estaba la mesa donde comía, con cuatro sillas por si algún día alguien decidía apuntase. Justo enfrente está mi habitación, bastante grande y espaciosa, puesto que es la única habitación de la casa.

El baño está dentro a la izquierda y la cama justo en medio de la sala. A la derecha tengo un escritorio donde trabajo con el ordenador, justo debajo de una gran ventana y la pared de enfrente de la cama está repleta de estanterías con libros.

Cuando conseguimos dejar la casa limpia, nos fuimos a comer a un buffet y nos pasamos el día fuera de casa, dando vueltas sin rumbo.

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Por Distrito Poético.                                                                                                                       Escribe con nosotros

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